9 de febrero de 2010

El ritmo de carrera


El ritmo de carrera es toda una ciencia. Todos los corredores intentamos aplicar un método para conseguir, a través de un entrenamiento planificado, ordenado y compensado el ritmo de carrera que planificamos. En algunas ocasiones he podido compartir reflexiones acerca de cómo ese ritmo de carrera se asemeja al “ritmo” que, ahora como profesional, se pretende mantener planificado, ordenado y compensado también. En mi opinión, el ejercicio deportivo tiene muchas y sutiles semejanzas con el desarrollo de la actividad profesional de un directivo.

Pero volvamos al ritmo de carrera. Este lo conseguimos con un buen entrenamiento, como señalaba en las líneas anteriores. Las series, que deben ir incrementándose, de 100 metros, de 200 metros, de 400 o de 1.000 metros te van situando cerca de ese ritmo, de ese paso de carrera. El reto consiste en que, el día de la carrera, el entusiasmo, la adrenalina, la sensación de que uno está mejor entrenado de lo que se imaginaba, no gane la batalla a lo planificado durante muchas semanas.

De la misma manera que el entrenamiento ha de ser planificado, la carrera también debe ser planificada y es muy importante cumplir con la programación que se haya pensado. Si el día de la carrera la mente está preparada, si el cuerpo amanece sin problemas ni inconvenientes de último minuto, debemos respetar nuestro ritmo de carrera. Por ejemplo, si has planificado correr a 4.30 minutos el kilómetro, y para eso te has preparado, es muy difícil creer que uno está preparado para correr a 4.15 minutos el kilómetro…..sencillamente, no estamos preparados para ello y, al no respetar el ritmo de carrera, con toda probabilidad haremos un paso promedio, al final de la competencia, peor al esperado a pesar de haber comenzado más rápido y con la moral a tope.

Si queremos correr a un ritmo más rápido en carrera, sencillamente hemos de entrenarlo. La analogía con la labor de dirección es evidente. No es bueno improvisar, es bueno trabajar, día a día, con un objetivo que queramos lograr. Si nuestro objetivo queremos que sea más ambicioso, deberemos cambiar nuestro plan de trabajo.