25 de agosto de 2013

El desafío de entrar antes de que se cierren las puertas

No es extraño que en reuniones tanto personales como profesionales en las que es necesario que se rompa el hielo, uno se convierta en la solución a un incómodo silencio al compás del comentario: ¿Y que maraton vas a correr próximamente? A mi no me desagrada la pregunta porque me gusta todo lo que tengo la fortuna de hacer hoy en día, incluyendo correr. Pero, en ese caso suele ser también habitual que alguien, con una agilidad mental notable, entre rápidamente en la conversación con alguna de las dos frases que se escuchan con cierta frecuencia cuando uno confiesa, o le animan a confesar, que es corredor:

- Pero oye, ¡si correr es de cobardes!

O, la otra también emblemática de

- Yo me levanto temprano a correr....las cortinas para seguir durmiendo

Ambas expresiones suelen ir acompañadas por alguna carcajada o en ocasiones por una sonrisa, más modesta. Nunca he entendido el sentido de estas expresiones, ni tampoco la necesidad última e íntima de quien hace afirmaciones de tal naturaleza. No voy a intentar piscoanalizar a nadie, pero creo que esos comentarios no tienen respuesta posible (aburre un poco la constancia de los mismos) salvo la certificación que cada día en la mañana en El Parque del Este en Caracas, o en Los Malecones en Lima, o en el El Parque del Retiro en Madrid o en El Paseo Marítimo de Coruña, compruebo que hay centenares de .......... cobardes. Es sólo otra perspectiva pero, en todo caso, soy un convencido de que el respeto por las preferencias de cada cual es uno de los valores que hemos de mantener y promover. Escuchar y observar es parte de la esencia de la comunicación que nos permite conectarnos con los demás y encontrar la colaboración necesaria para cumplir algunos de nuestros sueños sobre la base del respeto.

Hace unos días transitaba por Lima con mi estimado Luis Alberto Amez, un excelente profesional al que recomiendo con los ojos cerrados. Lucho me apoya con su servicio de transporte cuando voy a Lima. En esta ocasión era temprano en la mañana y hacíamos nuestro trayecto habitual entre la ciudad de Lima y el aeropuerto Jorge Chavez. Avanzando por la Vía Expresa discurrían nuestras habituales y agradables conversaciones sobre temas siempre interesantes. Mientras hablábamos, inmersos en un denso tráfico, mi mirada se centró en el esfuerzo de tres personas que aceleraban su paso camino a la parada del Metropolitano, sistema de buses que hace unos años opera en esa vía, atravesando una buena parte de Lima. El paso acelerado de estas personas terminó en franca carrera con el objetivo clarísimo de conseguir alcanzar el bus que en esos momentos estaba detenido en la parada. Finalmente las tres personas consiguieron su meta y entraron en el bus instantes antes de que éste cerrase sus puertas para continuar camino.

Algo me llamó la atención de esa escena y se me quedó grabado en la mente. Era la sonrisa de absoluta satisfacción de las tres personas una vez que consiguieron entrar en el bus. Aunque seguro que unos minutos más tarde vendría un nuevo bus y por lo tanto la cosa no era un asunto de vida o muerte. Pero la magia estaba en que habían conseguido su objetivo. Quizás sea pretencioso llamarlo desafío pero, como quiera que le llamemos a lo que pasó, en ese momento estaba superado. Se les veía radiantes y la sonrisa que cualquiera podía leer en el rostro de esas personas era sincera, espontánea, honesta a más no poder.

La paradoja de Richard Easterlin se desarrolla en el artículo publicado en 1974 "Does economic growth improve the human lot? Some empirical evidence" y en ella Easterlin trabaja sobre el paradigma de si a mayor nivel de ingresos alguien tiene mayor felicidad. Es evidentemente discutible, aunque estas reflexiones forman parte de los conceptos de la economía de la felicidad que particularmente me resultan muy atractivos (recuerde la referencia a ella en mi post El Rey de Butan, Hoover y 48 leyes perversas.... ). En la empresa es importante sonreír (ser felices) como reacción a momentos de éxito y definitivamente no es imprescindible que esos momentos se generen a través de grandes conquistas. Despreciar, o desconocer, la satisfacción de una persona cuando consigue un "pequeño" éxito en su trabajo es similar a hacer burla de alguien por vivir cada día la satisfacción de correr un kilómetro más o hacerlo a un ritmo mejor.

En última instancia no importa que sea lo que le motive. Puede ser terminar un maratón, o finalizar un juego de Xbox, o una partida de ajedrez, o ensayar una nueva pieza con el saxofón, o concluir un post, o cocinar unos simples y deliciosos huevos fritos, pero en todos esos casos se puede encontrar un afán de superación y, quizás, un pequeño sueño cumplido. ¿Qué ello es insignificante para muchos? Lo verdaderamente importante es que sea satisfactorio para quien lo hace y que con ello pueda contagiar a otros entusiasmo y optimismo. En una empresa se crea un enorme valor cuando sumamos la felicidad de los colaboradores obtenida a través de las pequeñas conquistas del día a día de cada uno de ellos. Por tanto, uno de los grandes compromisos de los líderes debe ser generar los espacios necesarios para que cada cual busque su "metro cuadrado" de felicidad.

Mi mensaje para cada uno de los colaboradores de una organización, mi propuesta, es que cada cual encuentre donde está el desafío (no importa cuan pequeño pueda parecerle) que le va a activar esa sonrisa que, como ya vimos en el ejemplo del bus, viene en nuestro código genético.


Raúl Baltar

4 comentarios:

  1. Excelente escrito, gracias
    Alberto Lindner

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  2. Es interesante estar conscientes de las pequeñas “victorias” que arman la felicidad de quienes nos gusta asumir retos. De lo que ha comentado me parece también una lección importante que hay que hacer un esfuerzo para alcanzar las metas pero, si no puede el individuo alcanzarlas, no es motivo para entristecer o dejar de luchar… siempre hay una nueva oportunidad que nos se nos abre "en 2 minutos". Feliz mañana.

    Jorge Chacón.

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  3. Buenas Tardes
    Como siempre muy bueno los artículos me hacen reflexionar,como dijo Sir Arthur "Desde hace tiempo ha sido para mí un axioma que las cosas pequeñas son con mucho las más importantes"

    Gracias por el articulo

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  4. Me quedo con esta parte "En última instancia no importa que sea lo que le motive.Lo verdaderamente importante es que sea satisfactorio para quien lo hace y que con ello pueda contagiar a otros entusiasmo y optimismo. =)

    Edificante articulo.!!

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